Los abuelos deberían ser eternos
Abuela,
Aquí estoy de nuevo, tumbado en la cama del pueblo. Parece que aún fue ayer cuando nos traías a mi hermano y a mi la bolsa de agua caliente para que no pasáramos frío en las gélidas noches de invierno o como cuando cada mañana nos preparabas chocolate caliente para desayunar.
Pero lo cierto es que de aquellas navidades y veranos en el pueblo ha pasado ya mucho tiempo. El reloj de la vida no se detiene, y como tu bien sabes, ese reloj es un tirano de sangre fría que no entiende de méritos ni de justicias. No tiene ni idea de quienes son los malos y tampoco tiene interés en conocer a los buenos. Por no tener ni tan siquiera tiene bondad, aunque eso creo que es porque tú se la robaste para ti.
Ese cretino decide a su antojo cuando nos llega la hora y nos guste o no, no nos queda más remedio que aceptarlo. Ley de vida lo llaman.
Quiero que sepas que esto no es una despedida, quiero creer que a tu reloj y al del abuelo aún les queda cuerda para rato. Estas líneas, o mejor dicho, estas lágrimas que dibujan líneas son tan sólo mi humilde homenaje a dos personas que se convirtieron gracias a su cariño, a su honradez y a su pasión en todo lo que hacían en la mayor inspiración que la vida jamás me podrá brindar.
Sinceramente desconozco porque casi siempre dejamos los homenajes para cuando ya es demasiado tarde. Supongo que tiene que ver con el miedo. El miedo a mostrar nuestros sentimientos más íntimos, aquellos que escondemos con pudor, como con miedo a que nos los roben.
Abuela, de sobra sabes de mi timidez, de mis vergüenzas y que como tú soy de pocas palabras, pero yo me niego a esperar para deciros todo lo que siento, me niego a esperar a que sea demasiado tarde, a que ese caprichoso reloj de la vida se canse de dar la hora. Porque aunque suene duro sé que algún día no estaréis aquí y tiemblo sólo de pensarlo.
¿Cómo no iba a temblar?. Si el abuelo y tú fuisteis la huella de mi infancia.
Si fuisteis vosotros los que me enseñasteis a diferenciar entre cansancio y hastío, que si uno ama y disfruta con lo que hace los horarios pierden su sentido.
Si vuestro camino es el perfecto ejemplo de cómo llegar al final con muchas historias que contar y pocos sueños que anhelar.
Si fuisteis, sois y seréis eternamente ese ángel de la guarda que alumbre mi sendero a seguir.
Gracias por tanto.
Los abuelos deberían ser eternos
Aquí te dejo buscando lo perdido.
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